El juego eterno de la materia y la energía, el tiempo y el espacio, conforman un holograma donde lo tridimensional queda codificado en dimensiones paralelas. Sabia fragmentación que encuentra sentido en una fuerza que aglutina el todo. Donde cada partícula conserva su energía con el incesante movimiento del espacio que las comprime, y que a su vez expanden el cosmos hacia un espacio infinito.
Entonces, la fluidez de lo absoluto se expresa en valles y crestas que debajo del sol resplandecen o se apagan, encontrando en la inmensidad de la creación una esencia dinámica que sustenta la identidad del ser. Energía que flota, se mueve y se transforma en conexiones instantáneas que a distancia tejen las más asombrosas implicaciones; donde el latir del universo encuentra fluidez en la grandeza de lo absoluto; el amor.
